En plena calle República, Cristián Carvajal (22) está
sentado frente al edificio donde empezó todo en la Universidad Andrés Bello.
Ahí mismo, Carvajal cuenta la historia mientras ve la gente pasar. Y dice que
el 11 de mayo todo partió con un enojo de los alumnos de Ingeniería en Minas,
quienes se tomaron la oficina de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE)
luego de sufrir una serie de descoordinaciones en los ramos que se hacen en
terreno. La marcha que terminó en la toma de la DAE fue como un efecto dominó.
Llegaron alumnos de otras carreras, como Medicina y Derecho, quienes compartían
el descontento. “Y se empezaron a tomar los edificios”, dice Carvajal. “Nadie
lo tenía preparado, fue improvisado”.
Al día siguiente, el Consejo de Presidentes de los distintos
centros de alumnos de la universidad -que poco antes destituyó a su Federación
de Estudiantes por no aparecer cuando empezó la protesta que terminó en toma-
optó por sumarse a una manifestación que demandaba, en primera instancia,
modificar el reglamento disciplinario que, a juicio de los estudiantes, no
permite el funcionamiento de organizaciones estudiantiles que sean autónomas a
las autoridades universitarias.
Tras la primera toma, pronto se sumaron el Campus
Bellavista, Los Leones, Antonio Varas y el Campus Creativo. Estos dos últimos
decidieron bajar la ocupación tras un acuerdo con autoridades, después de que
se cumplieran algunas demandas internas. De todas formas, el fenómeno al
interior de la Unab marcó la primera de una serie de manifestaciones que
alcanzaron todos los campus de la universidad y que hoy mantiene a tres de las
seis sedes de la casa de estudios en estado de toma total o parcial en
Santiago, más la sede en Viña y Concepción, que se encuentran en toma y paro
reflexivo, respectivamente.
Tras un mes de movilizaciones, los estudiantes de la
universidad privada con la mayor matrícula a nivel nacional -según cifras del
año 2015, la casa de estudios cuenta con más de 45 mil estudiantes- se
convirtió en un hito en el nivel de movilizaciones este año, el que alcanzó a
otras universidades privadas que se sumaron a las protestas, como algunas
facultades en la Universidad Diego Portales, en la Universidad Santo Tomás y en
la Universidad Central, que también se plegaron a las movilizaciones esta
semana.
Caminar por República es ver una serie de letreros que
indican cómo cada carrera ha subido su arancel desde el año 2011 al 2016. Y las
alzas fluctúan entre los 500 mil y los dos millones de pesos en estos últimos
cinco años. Carvajal dice que no es un tema sólo de dinero. “El arancel sube,
pero la calidad de la educación baja. El año pasado la universidad obtuvo una
acreditación por cuatro años, cuando antes siempre se la daban por cinco. Nos
comparamos con otras Ues. privadas y vemos cómo hemos ido perdiendo terreno, no
vemos inversión para mejorar en más profesores de planta o mejor
infraestructura”, explica.
Los alumnos reclaman por eventuales desvíos de Laureate
-grupo controlador de la universidad, y otros planteles, como U. Viña del Mar y
U. de Las Américas- de millonarios recursos al exterior en vez de reinvertir
los fondos en educación.
Según cifras de la Comisión Ingresa, la Unab es una de las
universidades privadas con el mayor número de estudiantes endeudados con
crédito con aval del Estado: sólo en 2015, más de seis mil de sus alumnos
solicitaron financiamiento a entidades privadas para pagar sus estudios,
liderando el ranking como la universidad con el mayor número de estudiantes
endeudados.
Dentro del conflicto, el quiebre final ocurrió esta semana.
El lunes en la tarde, la Unab entera bajó la toma para que los dirigentes
estudiantiles se reunieran con el rector, José Rodríguez. Pero el rector no
llegó a la cita. En su lugar se presentaron algunos vicerrectores.
“Yo no estaba de acuerdo con la toma hasta ese día”, dice
Carvajal. “Después de eso me convencí de que no tenemos otro camino”,
remata.
Antonio Baeza, vocero del consejo de presidentes Unab,
confirma lo ocurrido: “El rector nos prometió que nos reuniríamos una vez que
depusiéramos las tomas, pero cuando las depusimos ni siquiera llegó a la
negociación. No han tenido una voluntad de diálogo para solucionar primero los
problemas internos, que luego repercuten a problemas mayores”.
Consultado por Reportajes, José Rodríguez, el rector de la
Unab, se refirió a la actual situación de la universidad: “Exigimos que el
diálogo se debe dar en torno a un marco de garantías mínimas de respeto por el
otro y por la comunidad, sin violencia, sin medidas de fuerza como las tomas y
con real interés en llegar a acuerdos que vayan en beneficio de los estudiantes
y la comunidad universitaria en general”.
En otro de los edificios de la Unab en calle
República, Matías Valenzuela (23), estudiante de Odontología, y Ana Ramírez
(21), de la carrera de Enfermería, abren el edificio que mantienen en toma para
mostrarlo. Las reglas son claras, dicen. Ley seca, mantener el edificio limpio,
no se puede insultar a carabineros, no se acepta gente de afuera y tampoco a
nadie encapuchado. Mientras se hace el recorrido, Valenzuela y Ramírez dicen
que las actividades pueden llegar a ser infantiles. Para matar el tiempo, en la
noche juegan a la escondida, a la pinta, la gallinita ciega y el cachipún
alemán. Y si de algo reniegan en la Unab es de la influencia de grupos
radicales. “Este es un movimiento transversal, con gente de todas las
tendencias políticas”, explica Valenzuela. Algo que al otro lado de la calle
corrobora Carvajal. “Se acercaron de la Izquierda Autónoma, de la DC, para
ofrecer apoyo, pero preferimos mantenernos desligados de la política
partidista”, cuenta.
En medio de la conversación con Valenzuela y Ramírez llegan
otros dos estudiantes. Piden que envíen a unos tres alumnos a la Casona de Las
Condes y dicen que están pidiendo lo mismo en todos los edificios que la Unab
tiene en República. La idea es tomarse la Casona, el único campus que no ha
estado en toma.
Eso ocurre ese mismo miércoles 8. Un grupo de estudiantes
intentó tomarse la sede Casona de Las Condes, tras una votación en que varias
carreras rechazaron la medida de presión contra las autoridades. Esta vez sí
aparecieron encapuchados, quienes se enfrascaron en un tenso diálogo en la
puerta con el decano de la Facultad de Economía y Negocios, Roberto
Darrigrandi, con forcejeos de portón incluido.
Baeza, el vocero del Consejo de Presidentes, lo
justifica así: “Nosotros no validamos la violencia, pero entendemos que muchos
de nuestros compañeros tienen miedo a ser reconocidos y que tengan represalias
contra ellos”.
Una de las grandes piedras de tope para parar la
movilización es que se eliminen los sumarios de la universidad contra quienes
han participado de las tomas. Estos incluyen suspensiones y hasta expulsión de
la universidad.
Por mientras, la vida parece transcurrir tranquila en las
tomas de República. Por los parlantes que dan a la calle suena desde Justin
Bieber a Shaggy. Nada demasiado político.
***
La mañana del jueves 9, los problemas de conectividad en
Santiago por la rotura de una matriz de agua en la comuna de Providencia no
modificaron los planes de los estudiantes. Tras la coincidencia de un llamado a
movilización estudiantil con el duelo nacional por la muerte del ex Presidente
Patricio Aylwin en abril, era la segunda vez que los principales dirigentes de
la Confech recibían un llamado desde la intendencia para cancelar una jornada
de protestas por la Alameda. Tras una nueva solicitud, la respuesta fue la
misma: la marcha va.
Esa tarde, tras una movilización con más de 100 mil personas
en las calles -según cifraron los mismos estudiantes-, las imágenes de un grupo
de encapuchados que saqueó la Iglesia de la Gratitud Nacional marcaron la
jornada. La movilización fue parte de lo que los dirigentes de la Confech han
llamado “la nueva ofensiva” contra el modo en que el gobierno ha llevado la
reforma educacional.
A 10 años de la denominada “revolución pingüina” y a cinco
de las masivas movilizaciones que lideraron dirigentes como Camila Vallejo (PC)
y Giorgio Jackson (RD), hoy son otras las fuerzas políticas que lideran el
movimiento estudiantil. Según reconocen varios de los actuales dirigentes, el
liderazgo del denominado “Bloque Ultra” -el que cuenta con 13 federaciones en
la Confech y está liderado por movimientos como Juventud Rebelde y Somos
Izquierda Revolucionaria- hoy no cuenta con el respaldo de la ciudadanía que sí
existía en 2011.
“Hay consenso en la falta de fuerza, en el desgaste y
la dificultad para llegar a la ciudadanía”, se lee en una de las actas de la
Confech de abril de este año.
En este nuevo escenario, en el que las privadas como la Unab
y la Universidad Central llevan semanas en paro, empieza a llamar la atención
el rechazo de algunas tradicionales, como la Universidad de Playa Ancha y La
Serena a los llamados a paralización hechos por la Confech. De éstos, el
rechazo de la Universidad de Santiago (Usach) a ir a paro indefinido ha sido el
caso más emblemático.
***
Adentro del enorme campus que tiene la Usach frente a la
Estación Central, el movimiento parece ser normal, salvo por las elecciones
para elegir a la nueva federación de estudiantes, la Feusach, que se vienen la
próxima semana. Hay panfletos, música y pancartas. Los comicios enfrentan a un
bloque que une las juventudes comunistas y socialistas con el Somos (lo más a
la izquierda) y otro pacto que une a Revolución Democrática con el FEL. Afuera,
en la esquina de la Alameda con Matucana, están estacionados un guanaco y un
zorrillo en punto fijo, como es de costumbre, por si las cosas se van de las
manos. Es parte del paisaje, de una identidad que muchos de los estudiantes de
la universidad asumen como combativa y ha estado ahí, suspendida, por
años.
Algo de eso cambió hace unos días. En la votación realizada
el miércoles 1, un 72% del alumnado (6.724 votos) optó por no sumarse al paro
indefinido convocado por la Confech. Por otro lado, un 28% (2.641 votos) sí
apoyó integrarse al paro. Para los estándares de la Usach, una universidad que
se ve a sí misma como pilar de la Confech, la votación fue histórica. La
presidenta de la Feusach, Marta Matamala, intentó bajar el perfil al resultado luego
de la votación: “Yo sé que la Usach tiene esta tradición combativa, de
izquierda, de paralizar, y yo creo que esa esencia no varía, pero las
movilizaciones tienen objetivos y tienen tiempos”.
Adentro, en el comercio informal, manda lo vegano: alfajores,
fajitas, hamburguesas. Por afuera del edificio de Ingeniería Química, un tipo
pasa ofreciendo cocadas a un grupo de estudiantes.
-Una por $ 400, tres por luca-, les dice.
-Soy estudiante de Pedagogía-, responde una de las alumnas,
como excusándose por la falta de mil pesos. El resto se ríe.
A pesar de que se votó en contra del paro indefinido, son
varias las carreras que decidieron adoptar paros reflexivos: Periodismo,
Historia, Bachillerato, Humanidades y Terapia Educacional. Estefanía Conejeros
(18) y Elein Ossandón (22) son alumnas precisamente de esta última carrera.
Ambas están pegando carteles de un grupo religioso que se llama Ministerio
Evangélico Aguilas de Jesús. Conejeros explica que está en contra de los paros
y de la violencia por una cuestión religiosa. “No creemos que sea una medida.
La palabra de Nuestro Señor nos ordena a respetar a nuestros gobernantes y a
dialogar con ellos”, asegura.
Frente a la Facultad de Ingeniería Comercial está Javier
Espinoza (23), quien estudia ahí. Espinoza es uno del casi 60% de los nuevos
alumnos de la Usach que estudia con gratuidad y cuenta que es uno de los que
votaron en contra de ir a paro. La clave fue la modalidad de votación. Si
antes cada carrera tenía un voto, ahora se hizo con un voto por alumno. “En la
universidad son más las carreras de humanidades, que votan por ir a paro
generalmente, pero somos más los estudiantes de ingeniería”, explica Espinoza.
“Por eso, esta vez ganó el no al paro por tanta diferencia”, señala.
Espinoza, además, cuenta que el año pasado estuvieron tres
meses parados y que las clases las cerraron el 25 de enero de este año. “Hay un
desgaste grande y la sensación que esta universidad lleva el peso de las
movilizaciones”, agrega.
Ricardo Paredes fue vocero de la Coordinadora Nacional de
Estudiantes Secundarios (Cones) cuando era estudiante del Liceo Barros Borgoño
y este año ingresó a la Usach. Tras dos años como dirigente secundario,
atribuye el fenómeno a un desgaste del estilo de movilizaciones prolongadas y a
una responsabilidad de los actuales dirigentes: “El estudiante de la Usach se
cansó de la política del todo o nada, de esperar promesas que no se van a
cumplir y de movilizaciones eternas que no tuvieron un buen punto de
resolución. Bajo esa lógica, era obvio que en la Usach iba a salir el “no” ante
el paro indefinido”.
De todas formas, la política universitaria en la Usach
tendrá un impacto directo sobre el movimiento estudiantil. Quien sea elegido
presidente la semana que viene pasará a ser vocero de la Confech. Bárbara
Góngora (24), alumna de Estudios Internacionales, ve el escenario actual con
poco optimismo. “Se vino a meter RD acá y trajo sus ideas de la Católica y
ofrece bicicletas, fotocopias y puntos verdes”, dice. “A nosotros eso no nos
interesa, porque nuestras necesidades son más básicas. Nos interesa ir al baño
y que la cadena funcione, por ejemplo”, remata.
Góngora se abstuvo en la votación del paro. En eso
influyó ver cómo a lo largo de su carrera y el paso de los años los paros
convocaban cada vez menos gente. “El año pasado, en los meses de paro esto era
un desierto. La organización estudiantil está vacía, no hay voluntad de hacer
política si se sigue haciendo lo mismo desde el 2011”, cuenta.
A sólo unos pasos de Góngora hay un cartel de campaña. Dice:
“Movilízala perrito po…”.
Fuente la tercera