Gabriel Salazar es de los pocos intelectuales de izquierda. ¿Cómo así? Posee una mirada de la política y su contexto socio-histórico que excede el simple cálculo o una cuña vulgar que busca producir impacto. Lo de él es pensar desde procesos de más largo alcance. Tampoco hace “Historia” sólo para la episteme de su disciplina. La suya, sin perder la seriedad propia de la vida académica, posee una intencionalidad política. De igual forma, su pertenencia a la izquierda es indudable. Lo es de una que busca generar caminos distintos al socialdemócrata-institucional. Es parte del proyecto de la izquierda latinoamericana no-socialdemócrata. Esa que busca desde un movimiento popular construir un modelo desarrollista que no cometa los errores de otros procesos revolucionarios de tipo populistas como el maoísmo y el castrismo.
En ese contexto, sus comentarios sobre Camila Vallejo y el PC no tienen nada de extraordinarios. Menos de escandalosos: por definición todo político en democracia está sujeto a la crítica. Nadie puede pedir esterilización e inmunidad. ¿Qué señaló? Si los medios han reproducido debidamente sus declaraciones: para Vallejo sería conveniente dejar el PC, ya que sería un partido no-renovado y (lo más importante) el liderazgo político pertenece a los movimientos sociales y no a los partidos. Segundo, ella si bien no es un caso excepcional como dirigente estudiantil, sí posee el potencial para ser un “líder político”. Poseería los grados de fluidez intelectual y atractivo físico (se subentiende que en un mundo mediático eso ayuda). Tercero, que si bien alcanzó notoriedad internacional, esto no asegura ese futuro liderazgo político, habrían elementos circunstanciales en el “fenómeno Vallejo”. Por último, le parece contradictorio con la esencia del socialismo aplaudir sin más una dictadura de 40 años.
Existiría un establishment liberal-conservador y socialdemócrata, un centro institucional, caracterizado por una partidocracia y grupos financieros. En la periferia y como posibilidad democratizadora, la ciudadanía con capacidad de organizarse en movimientos sociales. Salazar considera al PC como parte del statu quo. Los aludidos (que alguna vez fueron el partido de Millas, de Rokha, etc.) es de esperar que puedan dar y articular una respuesta con contenido y no sólo epidérmica.
Quienes han respondido a Salazar lo realizaron sin atender a su argumentación. Lo esperable sería: demostrar que en el PC sí existe renovación. Segundo, que el liderazgo político sigue estando en los partidos. Tercero que hay buenas razones para creer que la pertenencia de Vallejo al PC la favorece. Cuarto, que Vallejo es un caso especial de dirigente estudiantil y que su belleza es irrelevante en su impacto comunicacional. Que es esa excepcionalidad y nada circunstancial lo que explica su éxito. Por último, que no es contradictorio con el socialismo un gobierno personalista y hereditario de más de 40 años. Eso hubiese sido responder al historiador.
Las reacciones a lo expresado por Salazar son una muestra del grado de descomposición del debate político. En el fondo, su argumento último es ideológico: los partidos están agotados como fuerzas representativas y generadoras del cambio. Eso corresponde a fuerzas sociales. Por eso el liderazgo político real, aquel que permite articular lo común en la sociedad, no se daría en las estructuras partidarias, sino sólo en las sociales. Invita a Camila Vallejo a sumarse a ese proceso. Desafía al PC a debatir sobre la izquierda y el socialismo.
Por cierto, su propuesta implica una idea de socialismo y un modo de hacer izquierda particular. Hace pocas semanas, un grupo de destacados intelectuales, más de 100, entre ellos Balibar, Badiou, Nancy, Agamben, Ranciére, Negri, etc. sacaron un manifiesto en apoyo y denunciando lo que a su juicio era una campaña del terror contra Syriza (Coalición de la Izquierda Radical) en las elecciones griegas. En la misma, más allá de las diferencias teóricas entre ellos, esbozan un deseo común de contraponer, como un rescate de la democracia, un sistema político de participación de demos (ciudadanos) por sobre uno de partidos y de la elite económica-financiera.
Es posible ver en las pretensiones de Salazar cierta cercanía con la propuesta de ese documento.
Existiría un establishment liberal-conservador y socialdemócrata, un centro institucional, caracterizado por una partidocracia y grupos financieros. En la periferia y como posibilidad democratizadora, la ciudadanía con capacidad de organizarse en movimientos sociales. Salazar considera al PC como parte del statu quo. Los aludidos (que alguna vez fueron el partido de Millas, de Rokha, etc.) es de esperar que puedan dar y articular una respuesta con contenido y no sólo epidérmica. Lo último es entendible en “familiares de Vallejo”, que más allá de la coincidencia genética-emocional son actores políticos irrelevantes, pero no en un partido centenario. No hacerlo, es una demostración de lo acertado de la crítica de Salazar.
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